sábado, 20 de septiembre de 2008

Hagan dumping por lo menos


Jacinto Ronja había ingresado a la universidad nacional al mismo tiempo que Néstor Kirchner llegaba a la Casa Rosada.

Se encontraba Jacinto cursando una materia cuando el profesor comentó: “en las fotocopiadoras tuvieron algunos problemas. Seis hojas del primer apunte han salido ilegibles, ya hablé con ellos y pueden ir a reclamar que les den las copias en buen estado”.

El alumnado, barrido y limpieza fue en tandas irregulares a reclamar que le dieran lo que había pagado por bueno y había recibido por malo. Muchos consideraron que reclamar por seis hojas era una pelotudez y abandonaron la causa. Jacinto era un rompehuevos por lo cual fue a pedir lo suyo. Recibió por respuesta que debía pagar nuevamente si quería las hojas legibles. Discutió al pedo, consciente de que no ganaba ni por penales recurrió al turrismo. Debía pagar algo así como 20 centavos, no le dolía el bolsillo sino el dedo en el culo, por ende, con cara de traste dijo que le hicieran las fotocopias. Cuando la joven se le acercó con las fotocopias y cara de triunfo Jacinto le susurró “metételas en el orto”, inmediatamente se marchó.

Fue entonces que apareció la opción superadora, Jacinto descubrió que no era el único maltratado y le fue dado el secreto del muchacho que vendía los apuntes clandestinos clandestinamente en los pasillos de la facultad. Este sujeto vendía más barato y se hacía cargo de sus errores, siempre tenía el material a tiempo y un trato que podríamos denominar como humano.

Luego Jacinto más entrado en la composición del guiso descubrió que el muchacho gozaba del apoyo oficial de la casa de estudios. La idea era que este muchacho operara como una opción (sana competencia del mercado, negro) y de paso lentamente fuera erosionando la clientela de las fotocopiadoras concesionadas. El partido hegemónico en la facultad era el mismo que el de Balcarce 50. El muchacho/sujeto en un exceso verbal le confesó a Jacinto que el mandamás de la casa le había dado su beneplácito por tan noble tarea.

Jacinto se nutrió durante años del papel y tinta del muchacho.

Un día mientras Jacinto caminaba por un pasillo lo cruzó un joven con cara de ideas prestadas y le pidió firmar un papel para terminar la concesión de las fotocopiadoras y ponerlas “de una vez por todas al servicio del estudiantado”. El joven recibió un servicial no y se fue con cara de culo.

Lo malo de lo burdo es que resulta oprobiosamente predecible.

El centro de fotocopiado fue “reestatizado y puesto al servicio del estudiantado”. A los pocos días el muchacho/sujeto recibió de aquellos que lo habían alentado en su tarea subversiva un escueto “levanta todo, andate y no vuelvas más”. Obviamente ahora el negocio era más suculento que el peaje, y el clandestino sujeto era un competidor insoportable.

El que va a estudiar puede irse a la mierda, negocios son negocios, no se trata de estudiar sino de ganar unos (muchos) billetes en “defensa de la universidad pública, libre y gratuita”.

Jacinto habló con el sujeto clandestino quien le comentó que estaba tratando de ver cómo seguir, dijo que intentaba negociar una tregua. Mientras tanto en las fotocopiadoras nacionales y populares el precio de los apuntes era peor que el impuesto por los intereses foráneos, tras la “reestatización” los precios habían subido (pese a que las promesas con que se pescó la cantidad de firmas necesarias para la revolucionaria tarea eran exactamente las opuestas). Y para colmo en las fotocopiadoras nac&pop el trato seguía siendo pésimo, subsistían las largas colas igual que antes, la falta de apuntes en tiempo y forma, y el consiguiente retraso en el estudio. Los únicos privilegiados son los negocios.

Si no he entendido mal Hard llama a lo que he desarrollado en estas líneas “hijodeputismo político”.

Publicado por Eduardo Anguila en 15:49 |  

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