jueves, 7 de agosto de 2008

Celebrar la derrota


Aníbal Fernández representa la cúspide del fracaso de esta gestión, se vanagloria de su desnudez, se enorgullece de ser parte de una gestión que a falta de hechos ha intentado transformar su imagen en un acto de gobierno, y en la apoteosis de la nada han dejado en evidencia el simulacro y la decadencia.
Si Néstor es el Seinfeld (estamos en la sexta temporada de esta narración sobre la nada) a Aníbal le corresponde el personaje de Kramer, si uno asignara algún grado de veracidad a sus palabras merecería un lugar en el templo de los ilusos. Su verborrea es un intento desesperado por llenar el vacío, por suplir la nada con la densidad de una voz que suena hueca. En el frenesí de la verba enajenada nos regaló otra perla, para venderla y comprar un pasaje que nos permita emigrar del país, huyendo de su inevitable sepelio: “Ningún gobierno incautó marihuana y cocaína como éste”, dijo, satisfecho de su trabajo a Radio 10. La tierra cae desde las palas y golpea su rostro, él sonríe yerto, alza una mano y saluda, sin duda la mano que permanece oculta está acariciando su hemisferio izquierdo. La frase es la prueba más contundente de su inhumación. Organismos internacionales estiman que sólo se captura un 10 por ciento de toda la droga. Podría Fernández decir a su favor que en realidad se han vuelto más eficientes en la captura. Difícil, ya que casi la totalidad del país no posee radares, sólo un 11 por ciento de nuestro cielo está cubierto pese a las promesas kirchneristas de comprar 69 radares. Otro logro de su administración es la industrialización del país en lo que respecta a producción de drogas. No apoyó ni mejoró el funcionamiento del Sedronar, tampoco elaboró algo mejor. Sin embargo, no habla de los radares, tampoco de que el Sedronar se ocupa de controlar la atención a proveedores en la pujante industria que ayudó a crear, merecería saberse por qué no da tanto impulso al seguimiento de la ruta de los precursores químicos como el que le brinda desproporcionadamente al proyecto para despenalizar el consumo. Esto último no es el debate real, es el simulacro. La mayor incautación en la realidad actual es una piñata llena de desgracias. No es que sean más efectivos, se caen las avionetas por sobrepeso, pletóricas de falopa.
Publicado por Eduardo Anguila en 19:07 |  
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