miércoles, 10 de septiembre de 2008

La marchita


Fragmento de "Fuimos Soldados, historia secreta de la contraofensiva montonera" de Marcelo Larraquy.

“Lazarte hizo tres interferencias en una misma noche, una noche que jugaban Boca y River. Tres interferencias, una tras otra, todas en la zona norte. La primera fue en General Pacheco. Los obreros telefónicos habían terminado de trabajar y entraron en un bar a ver el partido. Lazarte y Julia estacionaron el rastrojero junto a las camionetas de ENTel. Se quedaron un momento colocando la cinta en el aparato transmisor, lo activaron, tomaron sus armas y se metieron en el bar para tomar algo. Alos pocos minutos empezó la música. “La marchita, la marchita…” Fue una conmoción. A excepción de Lazarte y Julia, todo el bar saltó de sus sillas y se concentraron frente al televisor. Los obreros empezaron a abrazarse, muertos de risa. Esperaban un acontecimiento. Algo que rompiera la frustración y el silencio (refresco el mensaje oficial: el silencio es salud). Para peor, o para mejor, justo en ese momento se cortó la luz en el estadio, y entre la oscuridad de la imagen y la marchita… parecía que Perón estaba a punto de bajar del cielo para extender los brazos y decir “Compañeros…”, pero entonces (la realidad) apareció la voz: “Habla el comandante montonero Mario Eduardo Firmenich…”
No esperen más que esto. Me niego a reproducir todo lo que dijeron los obreros. No voy a ser sarcástico. Pero quiero hacer notar que los tipos sabían qué pasaba en el mundo. Alguna conciencia política existía. Para esa época los sandinistas estaban a punto de tomar el poder en Nicaragua. Se habían entrenado en Costa Rica, un país vecino. Suena lógico. El anuncio de la Contraofensiva montonera que hacía Firmenich para derrotar a la dictadura de Videla, en cambio, a los obreros les pareció que llegaba desde otro planeta. “Estos boludos se creen que van a invadir la Argentina desde el culo del mundo…”
Pero en algún sentido, la interpretación era errónea: había montoneros en la Argentina, el mismo Lazarte estaba en el bar, pero el recuerdo que había dejado la Organización estaba demasiado presente en la cabeza de los trabajadores como para esperar otra respuesta que no fuera el rechazo. Era cierto que se podía articular una resistencia obrera más homogénea contra la dictadura y se necesitaban liderazgos fuertes. Pero la Conducción no tenía consenso para ponerse a la vanguardia de una hipotética insurrección aunque desembarcaran desde Uruguay. A los comandantes montoneros, en la planificación de su estrategia, ese detalle – es decir, la puesta a punto con la realidad- se les había escapado.”
Publicado por Eduardo Anguila en 12:59 |  

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